Nadir Afonso analiza los mecanismos de la creación artística a partir de cuatro principios: bajo la forma de condiciones de existencia, las leyes preexisten en el cosmos; universo y obra de arte mantienen con estas leyes relaciones de semejanza; es mediante la sensibilidad receptiva a ese medio legítimo como el creador concibe el objeto; de ahí que, para sentir las cualidades propias del objeto creado, sea necesario contemplar las leyes. Comenzando por una explicación de los errores de percepción, el autor prosigue enumerando las contradicciones en que caen normalmente los estetas e historiadores del fenómeno artístico, acabando por mostrar que el Sentido del Arte no está en la intencionalidad del sujeto, ni en la extensión del objeto, sino en las condiciones reales de la existencia.
Para Nadir Afonso, estas condiciones no son idénticas a las que el marxismo y el idealismo ( Hegel y Husserl, en particular ) propusieron, ya que sólo se refieren a la precisión matemática de relaciones cualicuantitativas. Así no hay ninguna necesidad de mezclar el arte con ninguna magia o mitología, o de creer que expresa estados del alma y pasiones del cuerpo. El único misterio del arte es el de la preexistencia de las leyes. Misterio que el autor no trata de resolver a través de una nueva metafísica , ya que sólo le interesa percibir la relación entre el acto humano de creación y las causas primeras.
Para esto, Nadir Afonso se dedica particularmente a los fenómenos de la percepción de las formas geométricas anteriores al hombre – sol y disco lunar, superficies del cielo y del mar limitadas por la línea del horizonte, troncos que se entrecruzan en cuadrados, triángulos y rectángulos-, pues son éstas las figuras básicas de la Arquitectura, de la Pintura y de la Escultura, así como de las restantes artes. Para él, todo el arte se dedica a descubrir y representar estas formas simples, o a aducirles las estructuras más desarrolladas que de ellas resultan. Dejando de lado la creación “ex nihilo”, Nadir Afonso insiste en la idea de que la originalidad de cada objeto evoca los otros, expresando simultáneamente la perfección de las figuras para el sujeto, dentro de una totalidad que tiende a la armonía de la bella forma que confiere al arte su universalidad.
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